Foto: Diario Olé
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San José tomó la iniciativa y puso en aprietos a los dirigidos por Marcelo Gallardo. Pese a esto, en líneas generales, el Millonario cumplió la labor. Intentó manejar la pelota, hubo algunos destellos con triangulaciones iniciadas por el Pity, y cerró unos últimos quince minutos del primer tiempo aceptables.
Era constante ver la pelota por los aires lo que, poder apreciar, el juego asociado y por el piso era casi una utopía. Parecía ser el arma fundamental ya que, en varias ocasiones por rechazos desde la defensa o saques del mismo arquero, desembocaban en una situación mano a mano entre el delantero y el zaguero. La pelota parada, que el Millo supo sacar rédito en su momento, no fue fructífero en las oportunidades presentes.
Ya en los segundos cuarenta y cinco minutos, quiso penetrar la defensa rival pero no hubo caso. Y para colmo, centro desde la izquierda, flojo manotazo de Trapito y tanto para que se convierta en un baldazo de agua fría. Más tarde, el golazo para cerrar el match.
No fue una derrota catastrófica, no, para nada. Sí duele por cómo se dio. Por un encuentro que se desenvolvió en un contexto atípico y que, la asfixia por la que tanto se temía, no pegó con violencia. Quiso desplegar el juego característico de este equipo aunque costó.
El resultado no fue un diagnóstico correcto de cómo fue el desarrollo del partido. Por ahí pasa la bronca y más ante un equipo sin mucha historia relevante en estas competiciones. Fue un revés pero suma confianza en el técnico que ya demostró, revertir la cara en la adversidad.
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